El estudio de la migración en la frontera sur de México ha sido escaso si se le compara con la producción de conocimiento sobre la migración de mexicanos a Estados Unidos. La historia de la frontera sur puede rastrearse desde la propia delimitación entre México y Guatemala y Belice (Castillo, Toussaint y Vázquez, 2006; Castillo y Toussaint, 2010), pero no fue sino hasta hace apenas unas pocas décadas cuando adquirió mayor relevancia; esto, desde que la migración cobró importancia en distintas dimensiones: en su volumen e intensidad, en su carácter y en el tipo de población que participa en los flujos migratorios.
Tradicionalmente, la presencia de migrantes se había asociado a la dinámica del mercado regional en municipios chiapanecos, en donde se demandaba mano de obra para el cultivo y sobre todo para la cosecha del café. En particular, esta demanda se concentraba en la región del Soconusco, en el estado de Chiapas, donde se habían establecido algunos de los principales productores del grano (Castillo, 1990; Mosquera, 1990; Ordóñez, 1993; Castillo y Casillas, 1994; Martínez, 1994; Ángeles, 2009; entre otros). Desde los años ochenta y, en especial, desde fines de la década de los noventa del siglo XX, esta migración se diversificó, al grado que actualmente se reconoce la convergencia de distintos flujos de población con diversos propósitos y direcciones en la frontera sur de México, en particular, en el estado de Chiapas, colindante con Guatemala.