En 1961 Franz Fanon publicó Los condenados de la tierra, uno de los textos pilares para la lucha antirracista y cuya vigencia sigue hasta nuestros días. En una línea nos mapea la cruel e injusta realidad: «El mundo colonizado es un mundo cortado en dos»1. Esa línea divisoria establece la Zona del Ser y los privilegios raciales, y la Zona del No Ser con sus opresiones raciales. Justamente la persona se encontrará en una u otra en relación a su tono de piel, a su religión, a la textura de su pelo, a su vestimenta, a nacionalidad, a su idioma e incluso acento. Históricamente, las personas en contextos de movilidad humana han sido sometidas por la sociedad y por el Estado a la Zona del No Ser con motivos no sólo de xenofobia, sino también de racismo.
Desde la formación del Observatorio de Racismo en México y Centroamérica se tuvo el objetivo de fomentar e impulsar el enfoque antirracista en los esfuerzos y estrategias para la garantía de los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas migrantes, desplazadas y refugiadas. Alertamos que ignorar la vena racial en las violaciones a derechos humanos en la movilidad humana es un yerro delicado; considerar que las víctimas migrantes sólo se encuentran atravesadas por la xenofobia es tener una perspectiva corta e insuficiente para los cambios estructurales tan necesarios en los países de la región.